Madonnas y Vírgenes
Las Madonnas y las Vírgenes se van convirtiendo en una constante en la obra de Cantú. El tema ya es tratado por él desde la época de la Escuela al Aire Libre de Coyoacán. Sin embargo, esa devoción por el arte sacro, se va amalgamando poco a poco en su obra, al grado que en 1928 Cantú pinta su primer mural en Pasadena donde incluye el pasaje del Cristo Negro, pero también a manera de retablos, realiza la Madonna y el Descanso en la Huida a Egipto donde la Virgen y el Niño son el elemento central. La serie de tintas incluidas en la carpeta Dorian ya narran las temáticas de este laberinto bíblico.
Existe una dualidad en el pensamiento otorgado por el joven artista en torno a la mujer que, si bien es símbolo de fertilidad y erotismo, también se trasforma en lo más puro y sacro. En un comentario dirigido a su cuñado Alfonso, Cantú dice: “sentí que se metían con mi madre y eso sí no lo puedo tolerar”. Y no es para menos, él ve en la figura materna, una gran protectora y patrocinadora de su proyecto de vida, por lo mismo aplaude y comparte la idea que María Luisa tiene de triunfar en Los Ángeles, al grado de que dentro de las publicaciones de “Alma Femenina”, Federico ya incluye obras gráficas y dibujos a tinta, diseñando asimismo la portada del libro titulado “Soñando un Hijo” también publicado por "Loreley".
Por supuesto que su esposa Luz se ve beneficiada de estos intereses artísticos del entorno familiar, iniciando sus primeros trazos en obras pictóricas que años después la llevarán a dedicar su vida a la pintura. De esa gran época ella me confiaba: “no sólo ayudaba a tu abuelo a reentelar y limpiar pinceles, también me convertí en su modelo. Todas esas obras de la época de California tú papá y yo servíamos de modelo y, para seguir, esa tradición a ti te toco ser años más tarde el bebé de la Madonna del IMSS”.
Sin duda la carpeta Dorian es muestra de técnica e iconografía, una rica y fructífera narrativa de eventos finamente dibujados a lápiz, tinta y grabado, un examen de conciencia tanto de temáticas como de sueños. Todo ese cúmulo de obras leídas por el artista están presentes en pasajes descritos con gran puntualidad, en ensayos plásticos en torno a personajes como Ícaro, Orfeo y Ulises.
Pero también existe una constante dentro de esta obra, donde de manera fundamental está la mujer, quedando explicita una sexualidad que muestra como narrativa en todas y cada una de sus modelos. Algunas ostentan su maternidad, probablemente, porque el mismo Cantú está viviendo en Francia, apartado de su hijo y de su esposa que habitan en México.
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