Purísima Concepción de María
Hoy se celebra el dogma de la Purísima Concepción de María.-
¡Misterio raro que, en tu Iglesia oculto,
guarda en fin su venerable culto!
Sabe que el Sumo Hacedor se agrada
de que sus fieles en continua duda
este misterio ignoren, y que el celo
de cada cual y devoción sagrada
mejor se manifieste en lo que duda,
hasta que el tiempo, obedeciendo al cielo,
rompa el confuso velo
a la verdad, y la descubra clara,
y algún prelado de tu Iglesia pía,
resuelva, ¡oh tiempo alegre!, que María
por excepción y preeminencia rara,
fue, siendo madre de la gracia y vida,
sin mancha de pecado concebida.
(“Canción a la Purísima Concepción de Nuestra Señora en el día de San Pedro ad Vincula”, por Juan de Jáuregui, 1617.)
Pío IX, contemplando el mar agitado de Gaeta, escuchó y meditó las palabras del cardenal Luigi Lambruschini: 'Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden.”
Buscó entre nieve virgen la pureza
y no le pareció bastante pura.
Buscó en el sol la luz y la belleza
y no le satisfizo su hermosura.
Sacó del mar la perla más preciosa,
mandó tallar a un ángel un diamante
y aún le pareció muy poca cosa,
pues para Madre suya ¿qué hay bastante?
La gracia matizada de mil flores,
llevó hasta su paleta en un momento;
mas no halló el Dios artista los colores
que Ella mereció en su pensamiento.
Inmensa contempló desde una estrella,
la insólita grandeza del abismo
y no quiso ver más, pues para Ella,
pequeño le pareció el cielo mismo.
Entonces, fue sacando de su seno
tesoros de belleza no creada.
Y con todo lo más grande y lo más bueno,
la hizo, como Él, INMACULADA.
***** Ángel Peña O.A.R. *****
El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como Purísima Concepción, es una creencia del catolicismo que sostiene que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado.
No debe confundirse esta doctrina con la doctrina de la maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María permaneció virgen antes, durante y después del embarazo.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios. La doctrina reafirma con la expresión «llena de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
La definición del dogma, contenida en la bula Ineffabilis Deus, de 8 de diciembre de 1854, dice lo siguiente:
“(...) Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.”
El historiador Francesco Guglieta, experto en la vida de Pío IX, señala que el tema del naturalismo, que despreciaba toda verdad sobrenatural, podría considerarse como la cuestión de fondo que impulsó al Papa a la proclamación del dogma: La afirmación de la Concepción Inmaculada de la Virgen ponía sólidas bases para afirmar y consolidar la certeza de la primacía de la Gracia y de la obra de la Providencia en la vida de los hombres. Guglieta señala que Pío IX, pese a su entusiasmo, acogió la idea de realizar una consulta con el episcopado mundial, que expresó su parecer positivo, y llevó finalmente a la proclamación del dogma.
La doctrina de la Inmaculada Concepción no es aceptada por los miembros de las iglesias protestantes. Los protestantes rechazan la doctrina ya que no consideran que el desarrollo dogmático de la teología sea un referente de autoridad y que la mariología en general, incluida la doctrina de la Inmaculada Concepción, no se enseña en la Biblia.
Los protestantes argumentan que si Jesús necesitó de un vientre sin pecado para nacer sin pecado, también Dios tuvo que haber intervenido en la concepción de la madre de María, en su abuela, y así sucesivamente a lo largo del tiempo. La respuesta del catolicismo es que sólo María tenía que mantenerse libre de pecado pues ella iba a concebir directamente a Cristo, mientras que sus ancestros no. Es decir, que Cristo sí necesitó de un vientre sin pecado, pero María no.
Otro argumento sostenido por los protestantes proviene de los evangelios de Marcos 10:18 y Lucas 18:9. Cuando Jesús es nombrado como Buen pastor (NIV Mc 10:17), replica "Nadie es bueno - excepto Dios". Señalan que con esta frase Cristo enseña que nadie está sin pecado, dejando margen para la conclusión de que él es Dios encarnado. Los católicos señalan que la Biblia entera, y no una frase o sentencia aislada manifiesta la verdadera doctrina de Jesucristo.
Otro argumento en contra de la creencia en la Inmaculada Concepción aparece en la primera epístola de San Juan 1: 8 "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros".
Sin embargo, el iniciador del movimiento protestante, Martín Lutero, dijo:
Es dulce y piadoso creer que la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original, de modo que en la mismísima infusión de su alma ella fue también purificada del pecado original y adornada con los dones de Dios, recibiendo un alma pura infundida por Dios; de modo que, desde el primer momento que ella comenzó a vivir fue libre de todo pecado. Sermón: "Sobre el día de la Concepción de la Madre de Dios", 1527.
Virginal por Dios eleta
Para ser madre de aquel
Mesmo Dios, qual desde Abel
Nació tal ni tan perfeta.
O bendito aquel planeta
De aquel día, punto y hora
Que en la tierra se memora,
En el cual fuiste concepta
Toda pura, santa y neta.
(“Suplicación a Nuestra Señora del Roser” de Juan Tallante, poeta catalán, s. XVI.)
En España, en el XI Concilio de Toledo, el rey visigodo Wamba ya era titulado «Defensor de la Purísima Concepción de María», abriendo una línea de fieles devotos entre los reyes hispanos. Monarcas como Fernando III el Santo, Jaime I el Conquistador, Jaime II de Aragón, el emperador Carlos I o su hijo Felipe II fueron fieles devotos de la Inmaculada y portaron su estandarte en sus campañas militares.
El rey Carlos III, muy afecto a esta advocación mariana, creó una orden en su nombre (la Orden de Carlos III) y la declaró patrona de sus estados.
Desde el siglo XIV existen en España referencias de cofradías creadas en honor a la Inmaculada. La más antigua, en Gerona, data de 1330. En el siglo XVI se revitalizará este fervor con un ingente número de cofradías constituidas bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción de María, hermandades consagradas a las labores caritativas y la asistencia social. Los franciscanos fueron muy fieles a la creencia en la Inmaculada, y contribuyeron a su arraigo y extensión por todo el mundo.
Desde la Península Ibérica, pasando por Hispanoamérica, y hasta las Filipinas, en Asia, la Inmaculada Concepción ostentó el patrocinio desde 1644, legitimando la devoción que ya se le tenía a través de retablos, capillas, templos, catedrales, e incluso villas, pueblos y ciudades, consagradas a ella.
Hizo de puro cristal
Dios un vaso, en que bebiese
su Hijo, tan celestial,
que de su pureza huyese
el veneno original.
En lo demás que ha formado
Desde Adán, siempre fue visto
cómo era barro heredado,
mas nunca estuvo el pecado
en el cristal en quien Cristo.
Iba el Pecado a beber
y quebróle Dios la boca,
que es Dios y lo pudo hacer,
que donde la suya toca
fuera apocar su poder;
que ese vaso cristalino,
aunque de origen terreno,
que no tuviese previno,
donde su Hijo divino
bebió mil veces, veneno.
(“Glosas Difíciles” I; Lope de Vega y Carpio.)
Era tan grande el amor por la Inmaculada, que Sevilla juró la defensa de la Concepción de María, Toda Pura, en 1615. La Inmaculada de Castilleja de la Cuesta, se convirtió en la representante de este juramento. A partir de allí, pasó a ser oficialmente, la Real Patrona de Castilleja, Portugal, Filipinas, las Indias (es decir América) y España entera.
La fiesta de la Inmaculada fue fiesta de guardar en todos los reinos de su Majestad Católica, es decir, en todo el Imperio español, desde 1644; se declaró fiesta de guardar en toda la Iglesia desde 1708 por orden del papa Clemente XI.
España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora desde 1644, y el 8 de diciembre es fiesta de carácter nacional, en virtud de la Batalla de Empel del 8 de diciembre de 1585. Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.
Estirpe de David, nieta nueva,
para ti, Niña mía, ya no rigen
condenas heredadas, ni te afligen
obligadas pensiones de la gleba.
Tú eres la paz del cielo, iris que prueba
el impalpable oriente de tu origen.
El Padre y el Espíritu te eligen
Purísima Excepción -¡salve!- de Eva.
Para que encarne el Hijo en tu flor trémula
es justo y digno que tu carne émula
traiga a la vida olor de paraíso.
Y que desde el no ser al ser se intime
hinchiendo su inocencia que la exime:
toda interior fulgor, nácar sumiso.
(“A la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora”, 2° soneto; Gerardo Diego.)
Es patrona de la Infantería Española desde el año 1892 por Real Orden de la Reina doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, en la que se declara oficialmente «Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción, que ya lo fue del antiguo Colegio Militar y lo es de la actual Academia General y de un gran número de Regimientos». Este patronazgo tiene su origen en el Milagro de Empel, una gran victoria española en las guerras en Flandes. Es patrona también del Cuerpo Eclesiástico del Ejército y del Estado Mayor, del Cuerpo Jurídico, y de la Farmacia militar. El primer templo dedicado a la Inmaculada Concepción en España fue el Monasterio de San Jerónimo de Granada. Los Colegios Oficiales de Farmacéuticos y las Facultades de Farmacia, también la tienen como patrona.
El astro de los Pájaros expira,
aquella alada eternidad del viento,
y entre la exhalación del monumento
víctima arde olorosa de la pira.
En grande hoy metamorfosis se mira
cada flor más feliz, en cada asiento;
en Lienzo aspira racional aliento
y nieve vive si color respira.
Retraten a María sus colores;
vive -cuando la luz del Sol os hiere-
de vuestras sombras envidioso el día.
¡Más dichosas que el Fénix morís, Flores:
que él, para nacer pluma, polvo muere;
pero vosotras, para ser María!
(“A la portentosa metamorfosis de las rosas en la milagrosísima imagen de N. Sra. de Guadalupe en que se aventajaron con maravillas al Fénix”. Soneto de Luis de Sandoval Zapata. 2° versión, por Francisco de Castro.)
En México, la Catedral metropolitana de la ciudad de México está consagrada a la Inmaculada Concepción de María.
DOCTA EXPLICACIÓN DEL MISTERIO,
y voto que hizo de defender la Purísima
Concepción de Nuestra Señora, la Madre
Juana Inés de la Cruz.
Yo, Juana Inés de la Cruz, la más mínima de los esclavos de María Santísima, Nuestra Señora, debajo de la corrección de la Santa Madre Iglesia Católica Romana, cuyo dictamen siempre seguiré; delante de la Santísima Trinidad y de la misma Virgen Madre del Verbo Eterno Encarnado, Nuestro Señor, y de todos los ciudadanos de la Corte Celestial, especialmente el gloriosísimo Patriarca Señor San José, el Santo Ángel de mi Guarda, mi padre San Pedro, San Jerónimo, Santa Paula, San Agustín, San Ignacio, Santa Rosa, San Felipe de Jesús, Santa Eustaquio, y todos los santos y santas patronos, abogados y tutelares de mi Nación y Patria, y de todas las criaturas del Cielo y de la Tierra, a quienes hago testigos de este acto, libre y espontáneamente, de todo mi corazón, siento y pronuncio: que María Santísima, Nuestra Señora, siempre Virgen y verdadera Madre de Dios Hombre, en el instante primero que fue criada su purísima alma y unida a la materia de su virginal carne, de que se concibió y formó su dichosísima humanidad, fue adornada de la gracia santificante, y prevenida por singular don y privilegio de la Santísima Trinidad, para no incurrir en la culpa original, de la cual no hubo sombra ni vestigio en ninguna prioridad de tiempo y en ningún instante real en su purísimo espíritu; antes bien, tengo por verdadero y seguro que fue tálamo donde descansó todo el Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo, la Bondad del Espíritu Santo, mediante la infusión y comunicación real y verdadera de la gracia habitual, que como Sol puro y resplandeciente no permitió que entrara en su purísima alma la obscura sombra de la culpa y la noche ciega del pecado; sin que se oponga con esta pureza original el beneficio de la Redención con que fue redimida por los méritos de la Pasión y Muerte de su precioso Hijo: antes bien, fue la preservación de la culpa original un linaje de redención más alta, más noble, más amante, más copiosa; prevista, determinada, predefinida y aceptada en el Consejo de la Santísima Trinidad antes del origen de los siglos y, después en la sucesión de los tiempos, liberal y amorosamente ejecutada. Y así, para gloria de Dios Omnipotente y en reverencia de su Madre Santísima, testifico y afirmo su Concepción Purísima libre de toda mancha y torpeza original, y juro a la Santa Cruz y hago voto sobre estos cuatro Evangelios, de creerla, afirmarla y confesarla y defenderla con todo el caudal de mis fuerzas, hasta derramar la sangre; el cual voto y juramento ceda en mayor honra y gloria de Dios y de su Purísima Madre, Señora Nuestra, en bien universal de la Santa Iglesia, en paz generalísima de los príncipes cristianos, en destierro de las herejías, en mayor devoción de este sagrado misterio de la Concepción. Así lo voto, lo juro, afirmo, prometo y ratifico, en diez y siete de febrero de mil seiscientos y noventa y cuatro años. (Sor Juana Inés de la Cruz; Obras Completas.)
La capilla de la Santísima Concepción, llamada popularmente la Concepción Tlaxcoaque es un pequeño templo católico barroco del siglo XVII de la Ciudad de México, en la Plaza Tlaxcoaque, que se considera el límite sur del centro histórico de la ciudad. Originalmente fue una parroquia consagrada a la Sangre de Cristo, y se ubicaba en el barrio de Tlaxcoaque —hoy inexistente—, entonces una populosa zona habitada por indígenas. A finales del siglo XVII fue dedicada a la Inmaculada Concepción, al recibir como donativo una imagen de esa advocación. Es un templo de planta de cruz latina con una sola nave y cúpula en el crucero. Su fachada principal mira hacia el norte y posee una sola torre con campanario en el lado oriental, cuya cúpula estuvo recubierta por azulejos. Por los costados este y oeste, la iglesia está reforzada por contrafuertes. Fue construida con piedra volcánica y en su erección participaron artistas indígenas. En la década de 1930 gran parte de la zona fue demolida para abrir nuevas y amplias vialidades, entre ellas la Calzada de Tlalpan y la Avenida del 20 de noviembre. La iglesia se salvó de la demolición y quedó aislada en una plaza, rodeada de avenidas de intenso tráfico y de edificios de mayor elevación.
La localidad de Celaya, Guanajuato, desde su fundación se amparó a esta advocación. Desde Salamanca se había traído una imagen que es considerada aún en la actualidad como la más bella de la provincia franciscana de San Pedro y San Pablo.
En el estado de Tamaulipas, la Catedral de Tampico, está dedicada a la Inmaculada Concepción.
En el estado de Veracruz, la ciudad de Cosamaloapan en la Cuenca del Papaloapan, tiene como santa patrona a la imagen de la "Nuestra Señora de Cosamaloapan", perteneciente a la advocación de la Inmaculada Concepción, figura tallada en madera que según la tradición llegó al pueblo flotando en las aguas del río en el año 1546.
En la ciudad de Puebla, muchas calles, casas y templos, se encuentran efigies en cantera, en talavera de distintas vírgenes y santos, así como emblemas y símbolos religiosos, con el fin de resguardar todos los caminos, todos los hogares, la ciudad entera. La imagen más repetida, después de la Cruz, es la de la Inmaculada Concepción, ostentada en nichos de casas y templos, repetida en talavera o azulejos, representada por el gran símbolo inmaculista: el jarrón con flores, repetido innumerables veces en la Catedral, por dentro y por fuera, incluso reproducido en modernos monumentos como la fuente a Fray Toribio de Benavente “Motolinia”, que da inicio a la antigua Avenida de la Paz, hoy Juárez, o en una de las caras de la base de la fuente de la China Poblana, obra de Jesús Corro a mediados del siglo XX.
El culto a la Inmaculada Concepción, produjo algunas de las mejores piezas de la imaginería poblana, de finales del siglo XVIII, el taller de la familia Cora, realizó sendas esculturas para los templos de: la Purísima Concepción, San Cristóbal y San José, que son excepcionales ejemplos la calidad imaginera de los talleres poblanos. También son notorias las realizadas por Manuel Tolsá en el siglo XIX: la primera y más pública, dentro del ciprés de la Catedral poblana, de la que es su patrona, realizada en bronco y recubierta en oro, la segunda, conservada en la capilla del Seminario Palafoxiana, ambos legado de uno de los más afamados arquitectos y escultores de finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX.
La Catedral resguarda varias obras con tema Inmaculista, el gran lienzo que preside el Altar de los Reyes, que la representa como imagen apocalíptica: mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza. Tambien está el lienzo del patrocinio sobre la ciudad y la diócesis, de José de Ibarra, los lienzos de Villalpando o José Joaquín Magón en la sacristía; otra talla virreinal que preside el altar del Perdón y una más, adquirida en el siglo XIX, en la capilla que comparte con San Eloy, ambos patronos del gremio de plateros. Amen de los excelentes jarrones con flores metálicos que la rodean y de la antigua imagen de mármol de Tecali que coronaba la cúpula y cayó en el temblor de 1999.
También, en la ciudad de Chignahuapan en el estado de Puebla se erige la Basílica de la Inmaculada Concepción, donde se tiene en el altar una imagen de 14 metros de altura tallada en madera, la cual está registrada como la más grande del mundo.
En el municipio de Mazatán (Chiapas), se celebra a la Virgen con el nombre de Virgen Margarita Concepción, del 29 de noviembre al 8 de diciembre de cada año. Actualmente es Reina de la Diócesis de Tapachula.
El municipio de Santa Catarina Juquila en el estado de Oaxaca celebra a la Virgencita de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, donde se le conoce como La Virgen de Juquila. Millones de personas visitan este santuario cada año.
Imagen: La Inmaculada Concepción, de Pedro Pablo Rubens. Madrid (1628).